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Mejor no hablemos de poesía. A propósito de «Poco me importa”, de Andrés Florit.

8 octubre 2009

portada poco me importa

Estamos todos atentos y expectantes por la publicación del tercer número de la revista de literatura y cultura CONTRAFUERTE. Como una manera de menguar esa espera, ahora le presentamos un adelanto; pequeño texto a partir del libro Poco me importa de Andrés Florit, recientemente publicado. La directora de Revista 2010, Natalia Figueroa, ha querido contribuir con el blog de Contrafuerte. Continúa leyendo este artículo.

Mejor no hablemos de poesía
A propósito de la lectura de Poco me importa, de Andrés Florit

Si desde la comprensión común entendemos instrumental y antropológicamente la técnica como un medio al servicio del hombre para conseguir algo; bien podríamos hablar de la tecnificación de la poesía para dar cuenta del uso instrumental que se viene legitimando de ella, al utilizarla como plataforma para defender o esgrimir discursos, atacar, moralizar o simplemente, dar la opinión en verso. Si en razón de esto pudiera dibujarse un texto compuesto, a su vez, por los textos de las jóvenes poéticas santiaguinas, ocupando cada una su lugar desde su singularidad, y no por la manera en que su autor intentara, en el espacio de su texto, decirnos que se sitúa; creyendo aún en el sonido de ese libro mayor, ya no lo llamaría música, sino ruido. Ruido interesante tal vez para el sociólogo y sus razones de estudio, pero paradigmático del momento en que sin hacer un gran descubrimiento, escribimos que poco tiene que ver la poesía con la poesía. Formas escriturales tan disímiles e incluso opuestas como lo son, por ejemplo, las de Héctor Hernández y Germán Carrasco, ambos buenos versificadores, acaban sin embargo en sus últimos trabajos, utilizando la escritura como plataforma de un discurso que revela pretensiones de erguirse en un discurso de poder que más que abrir realidades o raptarnos a cierta dimensión olvidada de lo cotidiano a través de las cada vez más infrecuentes imágenes poéticas; espera, en una arena bien distinta, validación. Validación es ruido. Pésele a quien le pese, intentar establecer pautas, méritos, diferencias de ser, tal como quien conversara con un amigo inteligente, será siempre el peligro de una aprobación al alcance de la mano en el aplauso y los premios o en la ausencia pero apremio de los mismos y en la escasa comprensión de que la poesía no se reduce a un modelo que se arma para decir lo que se piensa. Poesía instrumentalizada ya no es poesía, sino verso domado.
En estas y en otras cuestiones he pensado al leer el libro de Andrés Florit, libro que por casualidad cayera en las manos de mi abuela; y al hablarme ella entusiasmada de Poco me importa, me he recordado también, que los poetas que más estimamos, han sido finalmente los que han capturado y convocado la imagen del rescate de nuestra más olvidada humanidad, no al intentar decirnos la manera en que las cosas son, sino desde la simple y auténtica experiencia del poeta con las cosas, antes y después de la lectura de alguna teoría, filosofía que quisiera explicarse u opinión reveladora de nuestra situación. En la carencia del lenguaje que deja de aproximar, y desde la sencillez de una caminata por Santiago a las tres de la tarde, viene este libro a ocupar un pequeño lugar evocando la simpleza de dejar, más allá de todo intento de domesticación, que sea el lenguaje el que se vierta en nosotros, callándonos quizá, y dejándonos decir: Uno sólo dice globo/ y aparecen todos los globos de la vida/ ya perdidos.

Natalia Figueroa Gallardo (La Serena, 1983). Es licenciada y Magíster en Literatura, actualmente cursa el Doctorado en Literatura, Universidad de Chile. Es Directora de la revista sobre Literatura y Política 2010.
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